«Cuenta la leyenda que Franco tenía esa voz aguda porque en la guerra de África le pegaron un tiro en un huevo»

Alberto me recibe en palacio, es decir, en el Teatro del Barrio, sentado en un sofá tomando un café. Al verme entrar me ofrece un café y después de cruzarme todo Madrid, chuparme varios atascos y llegar media hora tarde, le digo que algo que me desestrese. «Un café doble, entonces», y sonríe.

Salimos por la angostas calles de Lavapiés rumbo al bullicio de la calle Atocha y comienza la conversación. Está relajado, sonríe, ríe y responde con seguridad mientras hablamos de su primera interpretación en Airbag, la película que le hizo subir como la espuma, de coches de infancia, de su padre el gran dibujante y escritor Máximo, que falleció hace casi un año; hablamos de Madrid, de Carmena, de Aznar y de Franco que no conseguí que imitara y lo tuve que hacer yo. Tratamos un compendio de temas que si los metes en una coctelera te sale un experimento de esos que hacen los niños con bebidas sobrantes, azúcar y sal en la mesa de un bar.

A Alberto le pilló un fotógrafo de una revista del cotilleo hace años en una playa haciendo el amor. Fue la única pregunta que preferí reservarme durante el paseo para no revivir la envidia insana que sentí, pero que sepas que me la diste, artista. Salud y buen teatro (del barrio).

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