«Le dije a mi madre: ¿Y si nos han puesto una bomba? Y ella contestó: Hija, eso se lo ponen a la gente importante. No somos nadie»
Estar de frente con Irene Villa en la calle antes de empezar la entrevista te hace pensar que de todas se sale con buen carácter. Te vienen ráfagas de todo lo que ha tenido que pasar para ser la gran mujer que es hoy, pero se te van cuando te saluda y dibuja en su rostro una sonrisa.
Es alta y se apoya para cruzar la calle con el bastón. Se monta en el 600 de Madrid Road Trip y muestra ilusión, ganas de vivir y de tirar para adelante, que es el trato que selló simbólicamente con su madre cuando se vieron por primera vez en el hospital después del duro atentado del 17 de octubre de 1991 que casi le quita la vida.
Por nada del mundo se achantó entonces y se negó a repetir octavo de EGB, así que con la ayuda de sus compañeras y sus profesores, siguió estudiante en la habitación del hospital y aprobó como una campeona exigente que es todavía hoy cuando compite en esquí alpino. Por cierto, se quita mérito cuando dice que son pocas, pero bien sabe que nadie regala nada y menos una medalla. Se la merece.
Se la ve a menudo en los medios y actualmente lleva la Fundación Irene Villa, escribe, es conferenciante, compite en esquí, tiene tres hijos… «esta mujer los tiene bien puestos», me dice un amigo. Creo que es lo que mejor resume su persona, que vuelve a nacer cada 17 de octubre, por eso dice de broma que en lugar de cuarenta cumple este año veintisiete. Que sepas que guardas un sitio de honor en el 600. Disfrutad del paseo.
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